sábado, 7 de noviembre de 2015

EL MONUMENTO A FELIPE II, EL REY PRUDENTE


En la plaza de San Pablo de Valladolid, en la antigua Plaza Real, rodeada del Palacio Real, el Convento de San Pablo –iglesia palatina– y el Palacio de Pimentel –la casa donde nació– se encuentra la estatua dedicada al gran rey vallisoletano Felipe II, el monarca más universal de la historia.
En esta ciudad hemos sido de homenajear poco a nuestras grandes figuras, ya fueran reales, políticas, artísticas, etc… muchas veces se ha dicho que no había dinero para levantarles estatuas o monumentos; pero sí que lo había para otras bobadas y “me lo llevo”. Parece mentira, pero hasta 1964 Valladolid no levantó ninguna estatua en honor de su hijo, “el Rey prudente”. La presente escultura, copia de un original de Leone y Pompeyo Leoni, siempre me ha dejado un tanto frío. Pienso que su ciudad debía de haberle dedicado una estatua que podríamos denominar “propia”, y no una simple copia de una estatua ya preexistente y que, además, posee otra copia exacta en las calles de Madrid. Los monumentos deben ser arte, y el arte nunca debe ser copia.

Fotografía tomada de http://vallisoletvm.blogspot.com.es
Hasta el año 1964, los intentos por dedicar a dicho Monarca alguna calle, edificio, monumento, etc., no había llegado a materializarse, habiendo sido, como fue, un Rey atento siempre al engrandecimiento de la Villa a la que en 1597 elevó a rango de ciudad.
Por otra parte, resulta sintomático que el nuevo ambiente surgido tras la Guerra Civil considerara oportuno, como sucedió en otras ciudades españolas, dedicar todo tipo de honores a un Monarca cuyo reinado va tan unido a un momento de particular protagonismo de España en la historia europea, protagonismo que en los años de la Dictadura se quiso reinterpretar en tantas ocasiones en paralelo a la España de la segunda mitad de siglo XVI.
Ciertamente, estas ideas se hacían valer cuando el Ayuntamiento de Valladolid presidido por don Fernando Ferreiro solicitó en mayo de 1964 de la Dirección General de Bellas Artes el permiso para hacer a su costa una reproducción de la escultura en bronce de Felipe II, original conservado en el Museo del Prado del escultor Leone Leoni, y terminado en 1564 en España por su hijo Pompeo Leoni, ambos destacados artistas en la Corte de Carlos V y Felipe II.

Momentos de la instalación de la escultura de Felipe II. Fotografías tomadas del Archivo Municipal
Se volvía así, en este duplicado consciente de una escultura que en origen venía a magnificar la imagen del poder del estado personificada en Felipe II, a retomar la antigua idea del retrato de estado o de aparato tan cara a las cortes europeas de la Edad Moderna, trasplantada ahora al ámbito público para recuerdo y ejemplo de futuras generaciones. Se volvía, en suma, y salvando las distancias, a un tipo de escultura historicista, de clara simbología, carente de las confusiones suscitadas por anteriores ejemplos de carácter más vanguardista en la crítica institucional y popular.
La Corporación vallisoletana se decidió por esta escultura de los Leoni pues meses antes de la solicitud comentada el hermano del alcalde, don Ramón Ferreiro, había podido contemplar en Madrid un modelo en escayola de la misma realizado por el escultor Federico Coullaut Valera. Esta escultura había sido levantada junto a la Catedral de la Almudena en 1961 con motivo del centenario de la capitalidad.
Felipe II aparece representado a la edad de veinticuatro años, cuando aún era príncipe. Figura de pie, revestido con su armadura y manto que sujeta con la mano derecha. En la izquierda, lleva el bastón de mando apoyado sobre la pierna y al lado derecho pende una espada con el pomo en forma de cabeza de águila.
La coraza está ricamente decorada, y ofrece un bello ejemplo de los ornamentos de las armas del siglo XVI. Un medallón central contiene en relieve una figura de la Virgen sobre una cabeza de ángel y bajo unas culebras. A cada lado, otras figuras terminan en follaje, junto a tritones y nereidas en medio de las olas. La hombrera izquierda está adornada con tres medallones representando temas clásicos: el grupo de las Tres Gracias, Mercurio y una figura femenina con un jarro.

Felipe II. Leone y Pompeyo Leoni (1551-1568)
Detalle de Las Tres Gracias
El cinturón está decorado con una doble hilera de pequeños relieves; la primera está compuesta por máscaras, cabezas de carnero y motivos vegetales, que repiten alternativamente; la segunda por trece escenas de 6 cms. de altura en las que aparecen, también repetidos, los siguientes temas: una figura femenina danzando, Mercurio, figura femenina con un jarro y Hércules. Por último, las sandalias, llevan también máscaras y cabezas de carnero.
Los restos de la inscripción citada más arriba en el tahalí, han sido interpretados como la firma: “LEO. ARETINVS FABAT”, de la que sólo pueden leerse las tres últimas letras ya que lo demás ha sido borrado. Esta escultura aparece citada en una carta de Leone Leoni a Ferrante Gonzaga, el 3 de noviembre de 1551, en la que el escultor da cuenta de la fundición, y en otra de este último a Carlos V, el 28 de diciembre de 1553, junto a las piezas realizadas para María de Hungría por Leoni. Fue también incluida por Diego de Villalta entre las obras de este artista, y descrita por Ceán en el jardín de San Pablo del palacio del Buen Retiro. Su destino pudo haber sido el palacio de Cigales, cerca de Valladolid, donde se instaló María de Hungría, a su regreso de Flandes, pero todo hace suponer que, así como las estatuas del emperador no llegaron a Yuste, ésta tampoco llegó a su lugar, ya que la hermana de Carlos V murió el 18 de octubre de 1558, sólo dos meses después que él. Por lo tanto, en 1582, estaba, junto a las otras esculturas, en el taller de Pompeo Leoni, en Madrid, de donde pasó en 1608 a las bóvedas del Alcázar.
Quizá formó parte del grupo de estatuas que Felipe III ordenó que se trasladara a Aranjuez en 1620, veintisiete en total de mármol y bronce, y que pasó al Buen Retiro por una real orden del 5 de mayo de 1634. Llegará así al emplazamiento, el jardín de San Pablo del Buen Retiro, donde, como ya se ha dicho, fue vista por Ceán, junto a la de María de Hungría y Carlos V y el Furor. En 1647 Felipe IV ordenó su traslado al Palacio Real con objeto de ser restaurada.

Leone y Pompeyo Leoni. Carlos V y el Furor (1551-1555)
María de Hungría. Leone y Pompeyo Leoni (1553-1564)
Esta obra guarda relación con el Carlos V y el Furor, que Leoni había realizado tan sólo unos meses antes. Se inspiró en las estatuas de la tumba de Maximiliano I en Innsbrück, no sólo en la postura sino también en la profusión de detalles de la armadura, en la que deja patente, una vez más, su dominio de la técnica de orfebrería. Plon destaca el realismo y la fría altivez con que ha sido representando el príncipe, mientras que Barrón señala la importancia que se ha dado al tratamiento del detalle, lo que la convierte en una obra de primer orden, como el Carlos V y el Furor. Como advirtió Proske, las virtudes y figuras mitológicas de la armadura están tomadas de reversos de medallas del propio Leoni. En concreto, el grupo de Las Tres Gracias aparece en la de la emperatriz Isabel, y la figura femenina danzante, en la de Hipólita Gonzaga.
Una versión en mármol que Plon dio por desaparecida ha sido identificada recientemente en el palacio de Aranjuez en muy mal estado de conservación.
Como réplica se puede citar el busto de bronce del Museo del Prado, atribuido a Jonghelinck, así como el de la colección de la reina de Inglaterra, en el castillo de Windsor, que perteneció al duque de Alba.

Jacques Jonghelinck (atrib.). Busto de Felipe II. Hacia 1571
BIBLIOGRAFÍA
  • CANO DE GARDOQUÍ GARCÍA, José Luis: La escultura pública en la ciudad de Valladolid, Universidad de Valladolid, Valladolid, 2000.
  • VV.AA.: Los Leoni (1509-1608): escultores del Renacimiento italiano al servicio de la corte de España [exposición], Museo del Prado, Madrid, 1994.

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