miércoles, 19 de marzo de 2014

EL RETABLO MAYOR DE LA IGLESIA PARROQUIAL DEL SALVADOR DE VEGA DE RUIPONCE


En la Tierra de Campos vallisoletana se da un fenómeno que pienso que no tiene parangón en ninguna otra zona de la provincia: la proliferación de retablos renacentistas. Y no es eso todo, sino que además la mayoría de ellos son verdaderas obras maestras. Entre todos ellos, he querido hoy escoger el retablo mayor de la iglesia parroquial del Salvador de Vega de Ruiponce.
El presente retablo mayor, fechado en 1562, se debe a las gubias del escultor francés, aunque afincado en León, Roberto de Memorancy. Como fiador del contrato firmado por el escultor salió el pintor Francisco de Carrancejas. El referido Memorancy fue un seguidor de Juan de Juni, influencia que no solo vemos en la labra de las figuras sino en algunos modelos utilizados por el maestro de Joigny.

El retablo se encuentra articulado a través de un potente banco, dos cuerpos y una especie de remate (que no me atrevo a llamarlo ático), además de tres calles y dos entrecalles, todo ello cuajado de decoración escultórica. El retablo se adapta perfectamente a la forma ochavada del presbiterio y, de hecho, las calles laterales se alabean adoptando la forma de un tríptico con las alas desplegadas.

Empezando por abajo, en el banco figuran seis imágenes en relieve que representan a seis santos, tres en la parte izquierda y otros tres en la derecha, en el centro destaca una bonita custodia de formas redondeadas decorada con un Calvario en la portezuela y los Evangelistas a los lados. En los netos podemos contemplar otras tablas decoradas con otras escenas o con clípeos y decoración –muy prolija– consiste en ángeles de cuerpo entero, tarjetas de cueros recortados, cintas colgantes, cabezas de ángeles, frutas y guirnaldas.
Así por ejemplo, los santos representados son, de izquierda a derecha: San Felipe, Santiago el Mayor, San Juan Bautista, San Andrés, Santo Tomás y San Bartolomé. Todos ellos son fácilmente reconocibles por la iconografía y los atributos que portan. Todos ellos se cobijan bajo arcos de medio punto que descansan sobre dos columnas jónicas muy pequeñas que se insinúan. Entre los diferentes relieves que narran otras escenas es fácilmente identificable la del Sacrificio de Isaac.

El Sagrario, como hemos dicho, luce un Calvario en la puerta, con Jesús en la cruz, la Virgen y San Juan, motivo este original por infrecuente puesto que el que se repite con más frecuencia es la Resurrección de Cristo. En el lado derecho se encuentran efigiados San Lucas con el toro y San Mateo con el ángel. Es muy peculiar la figura de San Lucas por cuanto se viste con una túnica larga roja y toca su cabeza con un bonete del mismo color. A la izquierda se disponen San Juan Evangelista, con el águila, y San Marcos con el león.

El primer cuerpo presenta dos altorrelieves con las escenas del Camino del Calvario y el Descendimiento y las esculturas de San Gregorio y San Sebastián. En la hornacina central se sitúa el titular del templo: el Salvador, obra realizada hacia el año 1500 por el “prolífico” escultor Alejo de Vahía. 

La tabla del Camino del Calvario, situada en el lado del Evangelio, presenta una escena muy completa en la que no falta ninguno de los personajes que se suelen relacionar con este episodio. Centra la composición Jesús con la cruz a cuestas, se le efigia de pie aunque con la rodilla levemente doblada. A su lado un soldado romano se coloca a su lado amenazante, va vestido con falda corta con tiras y casco metálico.
Un sayón toca el cuerno anunciando el paso del triste cortejo. Simón de Cirene ayuda a Jesús a trasladar la cruz sujetándola por el extremo de madero vertical. La Verónica se talla de rodillas frente a Cristo y extiende el paño con el que acaba de enjugar su rostro ensangrentado. Este episodio carece de base literaria y se ha forjado en la fantasía popular. La composición está saturada de personajes, se trata de un caro ejemplo de “horror vacui”, ya que hay un elevado número de soldados y sayones que vigilan al reo y lo acompañan hacia el Calvario.

Al otro lado, en el de la Epístola encontramos el Descendimiento de la Cruz, una escena que no deja de recordar a grandes rasgos la esculpida en paso procesional por Gregorio Fernández para la Cofradía Penitencial de la Santa Vera Cruz. En la escena encontramos dos peculiaridades que no son nada normales: en primer lugar, hay cuatro escaleras apoyadas en el “patibulum”, dos por delante y dos por detrás, recurso nada habitual pues suelen aparecer solamente una o dos. En segundo lugar, en vez de encontrar a dos personas descendiendo a Jesús, tenemos a tres. Una de ellas tiene las piernas del cuerpo sin vida apoyadas sobre la suya derecha doblada, mientras la otra pierna está extendida describiendo una difícil postura puesto que se halla subida en una de las escaleras. A los pies de la Cruz se sitúa la Virgen desmayada en brazos de San Juan, y cerca de ellos la Magdalena en posición que denota gran aflicción. Esta situación nos trae a la memoria el Calvario que Juan de Juni labró en el ático Del retablo mayor de la iglesia de Santa María de la Antigua de Valladolid, hoy en la Catedral. El desmayo carece de fundamento bíblico y, como apunta Martín González, es un recurso para conmover a los cristianos.

El segundo cuerpo contiene los relieves de la Flagelación y la Resurrección y las esculturas de San Pedro, San Jerónimo y en la calle central el Calvario. En el remate figuran dos bustos de David y Salomón y el del Padre Eterno.
El relieve de la Flagelación se tiene al lado del Evangelio. La escena es ciertamente brutal, sobre todo por la posición en la que se encuentra Jesús amarrado a la columna, la cual, como corresponde a la época en que fue realizado el retablo, es de fuste alto, partiendo la composición al medio. La escena se localiza dentro del palacio, ¿el de Poncio Pilatos?, conformado por dos arcos de medio punto.

En el lado de la Epístola nos encontramos con la Resurrección de Jesús, el cual se encuentra de pie sobre el sepulcro. El escultor ha hecho sobresalir la cabeza de Cristo del marco del encasamiento, en opinión de Carlos Manuel Martín y Abelardo Martín se hace para ensalzar su victoria sobre la muerte y dar así mayor relevancia al evento. Él se nos muestra en pose triunfante, semidesnudo, con un manto rojo que descubre su cuerpo, si bien le cubre oportunamente el pubis. Porta en la mano izquierda la vara con oriflama. Los soldados que le rodean están asustados o dormidos, según es costumbre en esta manida narración.

El centro del segundo cuerpo se dispone el Calvario, en el que figuran, como es normal, el Crucificado, la Virgen y San Juan, todo ello realizado con una maniera muy manierista. San Juan mira hacia el frente, en “contraposto”, y alza el manto que le envuelve con la diestra, que está levantada. En la base de la Cruz campea una calavera, en su doble acepción de símbolo de la muerte y del monte Gólgota, que significa precisamente “calavera”.

En el ático hay unas tarjetas: las de los laterales acogen bustos del rey David con el arpa (Evangelio) y del Rey Salomón (Epístola) configurado como un personaje con turbante y bastón de mando en la mano. La del centro aloja a Dios Padre, con largas barbas, la bola del mundo en la izquierda  con la diestra bendiciendo. Puede recordar a Juni en la forma de tallar al Ser Supremo, concretamente al del retablo de la Antigua. Dos cornucopias flanquean esta representación.

El Rey David
El Rey Salomón
Dios Padre
Las cuatro esculturas que hemos visto en los dos cuerpos están realizadas en bulto redondo. San Pedro aparece con la tiara pontificia sobre un libro que aguanta en su mano izquierda. San Gregorio Magno va efigiado como papa. San Jerónimo, vestido con la muceta y con el león amansado y, finalmente, San Sebastián, amarrado al árbol donde fue asaeteado. Son figuras un tanto rechonchas. Las hornacinas que los amparan son aveneradas.

San Sebastián
San Gregorio Magno
San Jerónimo
San Pedro
Las columnas son jónicas en el primer cuerpo y corintias en el superior. El retablo tiene la particularidad de colocar dos “putti” en los ejes de las columnas del primer cuerpo en vez de aparecer en el ático y que sostienen un martillo (evangelio) y otro objeto o herramienta que no se distingue por estar amputada (epístola). Las columnas van en resalte sobre pilastras pintadas con grutescos. Son acanaladas pero lucen un anillo en el tercio inferior a partir del cual las estrías son más menudas. Las del sobrecuerpo son menos gruesas que las del primero.

Los "Putti", actualmente retirados del retablo
El friso que separa el banco del primer cuerpo está ornado en los laterales con trapos colgantes y tarjetas de cueros recortados. En la parte central exhibe una tarja con ángeles afrontados que, además, sujetan cintas pendientes.
El friso de separación de ambos pisos presenta tarjas sostenidas por ángeles tenantes, mientras que en el friso del lado del evangelio la tarja lleva la inscripción “J.H.S.”.

BIBLIOGRAFÍA
  • MARTÍN JIMENEZ, Carlos Manuel y MARTÍN RUIZ Abelardo: Retablos Escultóricos: renacentistas y clasicistas, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2010.

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