viernes, 9 de marzo de 2012

La "CASA DEL SOL". El Palacio del Conde de Gondomar


Situado al final de la calle de Cadenas de San Gregorio, junto a la iglesia de San Benito el Viejo, se sitúa el Palacio apodado popularmente “Casa del Sol”, aunque su nombre más genérico es el de Palacio del Conde de Gondomar. Su inquilino más ilustre, el Conde de Gondomar, fue uno de los nobles más importantes tanto del Valladolid como de la España de finales del siglo XVI y primeros años del XVII.
Aunque llamado "del Conde de Gondomar, el Palacio no fue fundado por éste, sino que su origen se remonta a la familia Leguizamo, linaje procedente del valle vizcaíno de Orozco. El licenciado D. Sancho Díaz de Leguizamo, alcalde de corte y del consejo de S.M. y Dª Mencía de Esquivel, adquirieron en Valladolid un terreno, junto a la iglesia parroquial de San Benito el viejo, de cuya capilla mayor compraron el patronato, para edificar sus viviendas.
A estas casas se refiere una curiosa noticia que recibe el poeta Cristóbal de Castillejo, estando en Alemania, cuando le informan de que su amigo el vitoriano Martín de Salinas se hallaba construyendo un palacio en Valladolid, junto a la puerta de Santa Clara. Sin embargo Salinas le escribe una carta, fechada en Toledo el 24 de mayo de 1539, sacándole del error: “El que allí labra tiene otra mejor bolsa que yo porque es un arrendador que hace una casa que en Valladolid no tendrá par”.


La construcción iba ya muy avanzada por los años 1539 y 1540 ya que ambas fecha aparecen esculpidas en dos cartelas colocadas junto a las columnas de la portada del edificio. Incluso se habría cubierto el tejado de la casa ya que en 1541 la vecina comunidad dominica del Colegio de San Gregorio puso pleito, y lo ganó, a D. Sancho en razón a que desde la azotea de su casa, en la que había abierto doce ventanas, se podía “registrar la huerta y parte de las celdas de este Colegio”.
Los sucesores vivieron poco allí, llegando incluso a tener un proyecto uno de ellos para instalar allí el monasterio de monjas Bernardas de Perales, momento en el que el arquitecto Diego de Praves dibujó un plano del mismo.
En 1598 los Leguizamo, en concreto Dª Isabel, venden el palacio, por 9.400 ducados, a D. Hernando de Rivadeneira, cantidad que incluían los censos con que estaban grabadas. La posesión de la casa en manos de Rivadeneira duró muy poco, ya que en diciembre de 1599 la adquirió D. Diego Sarmiento de Acuña, señor de Vincios y Gondomar, por 8.400 ducados y la obligación de redimir los censos que tenía.
Diego Sarmiento de Acuña era corregidor y regidor perpetuo de Valladolid, embajador extraordinario en Alemania, Flandes, Inglaterra y Francia, mayordomo del Rey, de los Consejos de Hacienda, Guerra y Estado, gobernador y capitán general de Galicia, caballero de Calatrava y comendador de Almagro, Guadalorce y Monroy. Además de todo esto, fue nombrado Conde de Gondomar en 1617, título creado expresamente para él, fecha en que introdujo en el palacio importantes modificaciones y dándole el aspecto exterior que conserva en la actualidad.

En 1612 bajo la supervisión del arquitecto Francisco de Praves continuaban las obras a cargo de los maestros Marcos Escudero y Jerónimo Ruiz. En ese momento se levantó, en uno de los lados del patio, un corredor alto que sería soportado por cuatro columnas de piedra, de 13 pies de alto (= 3,64 m.), además de otras obras que afectaban a la escalera y tejados.
Antolinez de Burgos, que conoció esta reedificación, señala que “su fábrica es maravillosa, así de ciudad como de campo, a todas luces excelente; su frontispicio es muy lúcido y lo hace más vistoso el ser tan desahogado por ser en calle muy larga y espaciosa donde se dilata gran término la vista; la parte opuesta de esta casa es de gran recreación porque alcanza a verse desde ella gran variedad de amenas y fértiles campiñas”. Sobre la puerta de la casa existía un rótulo esculpido en una tarjeta de piedra con la inscripción “Por la Ley y por el Rey”.
D. Diego Sarmiento reunió en la Casa del Sol una selecta biblioteca, una de las mejores de entonces, compuesta por 14.000 o 15.000 libros, “de todas facultades y lenguas, recogidos por los más esmerados y eruditos de aquella edad en España, Flandes, Francia, Alemania e Inglaterra… en que gastó muchos reales, unos de materia de Estado y otros de observaciones para todo género de contingencias de paz y guerra y muchos papeles escogidos de grande discreción y doctrina, y todos están colocados en cuatro piezas dilatadas con diez hileras de estantes cada una, sin que se descubra blanco en las paredes con ser muy altas, la una se compone de libros manuscritos, de rara curiosidad de doctrinas y experiencias políticas, y las otras tres de todo género de libros, todo señal de un gran susto, talento y universal inteligencia, joya de gran valor por ser de las más nuevas impresiones y de mucha curiosidad…”.
El 31 de octubre de 1619 el ingeniero D. Jorge Gage a su paso por la ciudad, camino de Holanda, escribe al conde de Gondomar diciéndole que “ha visto la casa de V.S. y me agradó en extremo por el sitio y comodidad y también por lo que hay labrado en ella que no es poco: me holgaré de servir a V.S. de arquitecto para labrara un cuarto a la mano diestra en entrando, y hermosear el frontispicio que con poca costa con correspondencia de ventanas se pudiera hacer. La librería es como de príncipe y pocos debe haber que tengan tan buena”, pareciendo indicar sus comentarios que, en esa fecha, la fachada de la casa no estaba totalmente construida, faltando por labrar la mitad derecha que él sugería se hiciese simétrica a la ya existente.


La Casa permanecería así a lo largo de los siglos, pasando su propiedad a diferentes personas, hasta que en 1913, en el edificio se instaló la comunidad de madres Oblatas del Santísimo Redentor, después de haber residido en la casa del Marqués de Superunda (antigua casa del Marqués de Camarasa), frente a la iglesia de San Pedro.
El Palacio es un claro exponente de lo que era la arquitectura doméstica en el Valladolid del Renacimiento, con esa sobriedad que da la piedra blanca, y apenas sin adornos. La fachada es toda ella de piedra, señal de opulencia, y en sus esquinas están colocadas sendas torres, que ayudan a otorgar al edificio un aire de distinción. La fachada forma una línea obtusa, pues la casa se adapta a la forma de la calle, la cual se desviaba para tomar la dirección del camino de ronda.


La portada se dispone asimétricamente, con arco de medio punto y pares de columnas sobre basamento a ambos lados. Sobre la portada se dispone el entablamento, decorado con un friso de grutescos renacentistas, monstruos alados y otros seres, todos los cuales nos traen a la memoria la decoración de los capiteles del claustro del Convento de "las Dueñas" de Salamanca
En los extremos del entablamento aparecen puttis haciendo ademán de sostener unas guirnaldas, que corren paralelas a las columnas pareadas, con trofeos, armaduras, y demás decoración renaciente. Al final de cada una de las gurinaldas se sitúa una cartela que recoge las fechas de 1539 y 1540.



Sobre la portada había una ventana que luego se transformó en balcón, con espacioso barandal de hierro. La fachada se corona con un escudo del Conde de Gondomar, sobre el que hay un gran sol (el cual da nombre a la casa) y un escudo con decoración barroca.

 

Interiormente, el palacio se encuentra grandemente reformado, aunque por suerte el exterior se ha conservado muy bien. El zaguán es rectangular, y aún con las puertas desenfiladas, como era típico desde la Edad Media. Tiene por encima un friso de grutescos como el de la portada, que también se repite en otras habitaciones.
Del zaguán sale otra sala, el recibidor, que tiene forma cuadrada. Las columna del patio desaparecieron a mediados del siglo XX y existían aunque no aparecen dibujadas en el plano de Diego de Praves. La escalera se sitúa en el ángulo del patio, obstruyendo dos corredores, y carecía, por tanto, de la suntuosidad propia de un palacio importante.
Como la casa formaba un todo con la iglesia de San Benito el Viejo, no podía extenderse por el lado de ésta. Entre ambas estaba la “casa del Cura”. Detrás, los corrales, cuyas puertas y tapias caían extramuros. Por el lado Este había jardín y huerta. Las habitaciones se disponían seguidas, en crujía, con sus ventanas correspondientes y las puertas para comunicar entre ellas, enfiladas. La habitación del centro es la más larga, la gran sala, con sus antecámaras, cámaras y recámaras a los lados. Los vanos carecen de ornamentación y se distribuyen regularmente.
Finalmente, y a través de la siguiente imagen, una foto antigua del Palacio, datada hacia 1900, me gustaría comentar que la decoración que actualmente cubre la portada no es toda la que en origen había. Al menos existían otros dos elementos, llamados popularmente los "Mal casados". Debían de ser dos estatuas de piedra que representaban a un hombre y a una mujer, aunque no he podido encontrar información acerca de ellos, solamente que se situaban sobre el entablamento, en el lugar más cercano al balcón. En la presente foto, hecha hacia 1900, como se ha dicho, se puede apreciar a uno de los "mal casados", concretamente al situado a mano izquierda, junto al putti que sostiene la guirnalda. Debido a la mala calidad de la fotografía no sabemos que representa, ni que posición realiza.


Para completar el recorrido fotográfico, pongo a continuación una serie de fotos, para ver como ha ido cambiando la plaza en donde está enclavado el Palacio. Las siguientes fotos han sido sacadas de la página web del Archivo Municipal.


BIBLIOGRAFÍA
  • FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA CALLEJA, Enrique: La casa del sol del conde de Gondomar en Valladolid, Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 2004.
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: La arquitectura doméstica del renacimiento en Valladolid, Imprenta Castellana, Valladolid, 1948.
  • URREA, Jesús: Arquitectura y nobleza: casas y palacios de Valladolid, Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 1996.

2 comentarios:

  1. Me alegra que muchos de los blogueros de la ciudad nos hagamos eco de esta muy buena noticia para el Museo de Escultura en particular y para la ciudad en general. Todavía no he podido visitar la exposición, pero por alguna foto que he podido ver creo que es bastante interesante.

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  2. Te felicito, una exposición bien argumentada y de fácil lectura.
    Gracias por compartir los tesoros de nuestra ciudad.
    Saludos cordiales. Isabel

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